La vida de William Carey, desde muy temprano, estuvo impregnada de una
resolución indómita y férrea como un hierro. Fue esa característica de
persistir, sin tregua ni descanso, el secreto de su existencia. Desde su
nacimiento, el 17 de agosto de 1761 en Inglaterra, sirvió a Dios
durante más de cuarenta años, con un ministerio fructífero en las
tierras de la India donde esparció la Palabra del Señor, fundó escuelas
cristianas y tradujo la Biblia para la tercera parte de los habitantes
del mundo. Una obra misionera que permanece intacta hasta la actualidad y
se constituye en un ejemplo a seguir para la comunidad evangélica
mundial.
William, el más joven de los cinco hijos de los esposos Edmundo e
Isabel Carey, se crió en la aldea de Paulerspury en Northamptonshire.
Desde corta edad se mostró muy interesado en las ciencias naturales, en
especial la botánica, y se destacó por su capacidad para aprender
idiomas. Así a los doce años adquirió un ejemplar del vocabulario latino
y se lo aprendió de memoria. Luego, dos años más tarde, se inició en el
oficio de zapatero. Sin embargo, nunca dejó de estudiar lenguas y se
interesó por el griego. Fue en ese tiempo, en medio de sus tareas
laborales, que llegó a reconocer que era un pecador y comenzó a examinar
cuidadosamente las Escrituras y se adentró en el conocimiento de los
Evangelios.
Después, en su juventud, William se involucró con una asociación local
de cristianos donde entabló amistad con Juan Ryland, Juan Sutcliff y
Andrew Fuller y se encaminó aun más en las vías de la fe evangélica. De
este modo, el 5 de octubre de 1783, Carey fue bautizado por Ryland y se
comprometió a seguir a Jesucristo hasta el final de sus días. Luego, en
1785, fue nombrado maestro de escuela del pueblo de Moulton y fue
invitado a servir como pastor de la iglesia local. Durante este tiempo,
leyó los diarios del explorador James Cook y se interesó profundamente
por la propagación del cristianismo. Entonces un día, en un momento de
quietud en su trabajo, escuchó el llamado del Todopoderoso y él
respondió: "Heme aquí, envíame a mí".
Durante los años siguientes se esforzó ininterrumpidamente, orando,
escribiendo y hablando sobre el asunto de llevar a Cristo a todas las
naciones. Entonces en mayo de 1792, ya como ministro ordenado del Señor,
predicó un memorable sermón, inspirado en Isaías 54:2, en el que
utilizó repetidamente el epigrama, que se ha convertido en su cita más
famosa: "espera grandes cosas de Dios, intenta grandes cosas para Dios".
En el acto también logró que se formara la primera sociedad misionera
en la historia de las iglesias de Cristo, para la predicación del
Evangelio entre los pueblos nunca antes evangelizados. Asimismo, leyendo
y buscando, entendió la necesidad de muchos de conocer a Jesús y
descubrió que el Señor lo llamaba para trabajar en la India.
DIRECTO A LA INDIA
En 1793 la sociedad misionera, a la que pertenecía Carey, logró obtener
dinero y compró un pasaje para la India en un navío dinamarqués.
William le rogó a su esposa Dorothy que lo acompañase en su misión
cristianizadora, pero ella se negó rotundamente. Sin embargo, antes de
que el navío partiese, uno de sus amigos misionero fue a su casa para
charlar con su mujer. Grande fue la sorpresa y el regocijo de todos
cuando ese misionero logró convencer a la esposa de William para que
acompañase a su marido. Dios, además, conmovió el corazón del comandante
del navío quien lo llevó, en compañía de su esposa y de sus hijos, sin
cobrar algún pasaje adicional.
Durante el viaje a la India, que duró cinco meses, Carey aprendió
suficiente bien el bengalí como para entenderse con el pueblo. Poco
después de desembarcar comenzó a predicar, y los oyentes venían a
escucharlo en número siempre creciente. Pero percibió la necesidad
imperiosa de que el pueblo tuviese una Biblia en su propia lengua y, sin
demora, se entregó a la tarea de traducirla. La rapidez con que
aprendió las lenguas de la India todavía es motivo de admiración para
los mejores lingüistas. Empero, su ministerio no fue fácil: pasó mucho
tiempo sin ver los frutos de su obra -ni un solo convertido hindú en
siete años-, acumuló deudas, la salud mental de su esposa se deterioró
hasta el punto que partió al encuentro con el Creador.
De igual modo, la mayor parte de los ingleses con quienes Carey tuvo
contacto en la India lo creían loco. Durante casi dos años no le llegó
ninguna carta de Inglaterra. Muchas veces su familia y él carecieron de
dinero y de alimentos. Para sustentarlos, el misionero se volvió
labrador, y trabajó como obrero en una fábrica de añil durante seis
años. También durante más de treinta años fue profesor de lenguas
orientales en el Colegio de Fort Williams. Fundó además el Colegio
Serampore para enseñar a los obreros. Bajo su dirección el colegio
prosperó y desempeñó un gran papel en la evangelización del país. Otra
de las cosas que vivió y enfrentó fue la división por castas de la
India.
En Asia, igualmente, Carey continuó los estudios que había comenzado
cuando era niño. No solo fundó la sociedad de agricultura y
horticultura, sino que también creó uno de los mejores jardines
botánicos y escribió y publicó "Flora Indica", considerada una obra
maestra por muchos años. Pasó también mucho tiempo enseñando en las
escuelas de niños pobres. Pero, sobre todo, siempre ardía en su corazón
el deseo de llevar adelante la obra de ganar almas. Por ello, predicó
por muchos lugares de la India. Fue a zonas aisladas y llenas de
animales salvajes. Comentaba que a veces caminaba por kilómetros, y al
llegar, debía hacer a un lado el cansancio para compartir la Palabra de
Cristo. En medio de serpientes, a veces tigres y chacales.
EL TRÍO MISIONERO
En 1799, se unió a los cristianos Guillermo Ward y Josué Marshman, y
formó un trío misionero conocido como "Serampore". Junto a ellos, fundó
25 iglesias y 126 escuelas, tradujo la Escritura a 44 idiomas, produjo
gramáticas y diccionarios y organizó la primera misión médica a la
India. También fue responsable de la creación de bancos de ahorro, un
seminario, una escuela para niñas hindúes y un periódico vernacular en
bengalí. Además, hizo campaña para la erradicación del suttee
-incineración de la viuda ante la pira funeraria de su marido- y fue
responsable de la instalación de la primera máquina impresora de la
India. Trabajó además en la primera traducción al inglés de la epopeya
épica en sánscrito Ramayana y Mahabharata. La traducción de la Biblia al
sánscrito fue obra suya y logró el bautismo en 1800 del primer hindú
convertido llamado Krishna Pal.
En los 41 años que Carey pasó en la India no visitó jamás Inglaterra.
Logró hablar con fluidez más de treinta lenguas de la India, dirigió la
traducción de las Escrituras en todas esas lenguas y fue nombrado
traductor oficial del gobierno británico instalado en esta parte del
mundo por aquellos años. Escribió también varias gramáticas hindúes y
compiló importantes diccionarios de los idiomas bengalí, maratí y
sánscrito. Al avanzar en edad, sus amigos insistían en que disminuyese
sus esfuerzos, pero su aversión a la inactividad era tal, que continuaba
trabajando, aun cuando su fuerza física no era suficiente para activar
la necesaria energía mental. Por fin se vio obligado a permanecer en
cama, donde siguió corrigiendo las pruebas de las traducciones.
Finalmente, el 9 de junio de 1834 en la India, a la edad de 73 años,
William Carey dejó la vida terrenal para ir al encuentro de Cristo. Al
morir, el gobierno colonial ordenó que se izasen las banderas a media
asta, para honrar la memoria de un "héroe" que había hecho más por la
India que todos los generales británicos. Ciento setenta y siete años
después, mientras el sofá en el que murió se encuentra ahora en el
Parque Regent College, el salón cristiano de la Universidad de Oxford,
la obra de Carey continúa siendo una bendición para una gran parte del
mundo. Y es que este varón de Dios encendió a todo el mundo cristiano
para llevar adelante la tarea de evangelizar a la tierra.
Fuente: impactoevangelistico.net
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