En aquel tiempo estabais sin Cristo… sin esperanza y sin Dios en el
mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais
lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. – Efesios
2:12-13.
Muchas personas están inquietas respecto a la muerte y tratan, por
todos los medios, de no pensar en ella. Disfrutan la vida esperando que
será larga y feliz. En contraste con el animal, que no se hace preguntas
sobre su condición mortal, el hombre posee la facultad de reflexionar,
lo cual lo conduce a una verdad innegable: «un día me voy a morir».
Ante este hecho inevitable hay dos actitudes posibles. La primera es
ignorar la muerte, la segunda es considerarla con realismo y prepararse
para ella. Pero, ¿cómo? Es necesario escuchar a la única Persona que
sabe lo que hay después de ella. Dios dice: “Está establecido para los
hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos
9:27).
La Biblia, la Palabra de Dios, declara que existen dos resurrecciones:
una resurrección de vida y una resurrección de condenación (Juan 5:29).
La muerte sólo es el fin de la existencia terrenal. Dios quiere dar una
vida eterna, y “esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene
la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan
5:11-12). Para el creyente, la muerte es tan sólo un pasaje para entrar
plenamente en la presencia de Dios.
Pero el que decide vivir «a corto plazo» tiene ante sí la terrible
espera de un juicio eterno (Hebreos 10:26-27). La diferencia entre el
futuro del creyente y el del incrédulo es capital. ¿Cuál es su
esperanza?
Fuente:Amen-amen
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