La Biblia distingue a muchas mujeres valientes, capacitadas, generosas,
humildes, abnegadas y de fe. Entre todas ellas resalta a María. Si bien
nosotros no la idolatramos, ni le damos culto, ni adoración,
reconocemos que Dios puso los ojos en ella para cumplir el más grandioso
de los planes jamás ideados por Él: la redención de la raza humana.
“María dijo: He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu
palabra… Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios
mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí,
desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha
hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, y su misericordia
es de generación a los que le temen.” Lucas 1:38, 46-50.
María fue una mujer escogida por Dios para ser madre. En efecto,
aquella doncella hebrea reunía cualidades hermosas que hicieron que el
Señor se fijara en ella para llevar a cabo el gran misterio de la
encarnación de Jesús. Entre otras resaltan: 1) su humildad y su
disposición para el servicio; 2) su fe y piedad; 3) su capacidad para
guardar secretos; 4) y su fidelidad.
La mujer que en su vida tiene la oportunidad de ser madre goza de un
gran privilegio. Ser madre no significa estar cargando un bulto o un
objeto cualquiera en su seno, sino abrigar a un ser viviente que piensa,
que razona, que tiene emociones y sentimientos, el cual permitirá que
perdure la raza humana hasta que Cristo regrese a la tierra. De
importancia crucial es, pues, que la mujer sea consciente de que el
privilegio y el honor de dar la vida a otro ser humano provienen
directamente de Dios.
Por desgracia, hay mujeres que no valorizan el don divino de ser
madres, y como no lo hacen, el hijo viene a convertirse para ellas en
una carga, en algo molestoso, de lo cual pueden disponer a su antojo, y
hasta decidir la vida o la muerte sobre él.
1.- MARÍA, UNA MUJER HUMILDE
Nuestra sociedad del siglo XXI se ha caracterizado por el aumento
vertiginoso de los embarazos frutos del sexo prematrimonial. Hoy día, el
caso de María hubiese sido, por ende, “uno entre tantos más”. Sin
embargo, a pesar de su banalización, el embarazo de las jóvenes solteras
pone abruptamente el punto final a la infancia y a la inocencia, para
marcar el inicio de las responsabilidades de una mujer adulta.
En lo que atañe a María, ella nunca había conocido varón y, en su
tiempo, quedarse embarazada fuera del matrimonio era considerado como un
delito digno de muerte. María sabía, pues, que exponía su vida al
aceptar llevar en su seno lo que parecería el fruto de la fornicación, y
todavía más al estar desposada con José. No obstante, son hermosas las
palabras que pronunció aquella joven, cuando recibió el mensaje del
ángel Gabriel: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a
tu palabra” (Lucas 1:38).
Para desempeñar la función de madre, es menester que la mujer entienda
que ante todas las cosas, ella es una sierva del Señor. Sin duda, es
triste cuando un hijo es menospreciado, pero también es de lamentar
cuando una madre lo idolatra. Este tipo de madre levanta los hijos que
no tienen fuerzas para enfrentar las cosas arduas que acarrean la vida.
Ser madre estriba en una responsabilidad que Dios, personalmente, le
entrega a la mujer. Esta, a su vez, ha de pedirle al Señor sabiduría,
madurez y fortaleza para cumplir lo mejor posible con dicha
responsabilidad. Cuando recibió la noticia de que quedaría embarazada,
María le pidió a Dios que todas las cosas se encaminaran según su
Palabra. Y, definitivamente, criar a nuestros hijos bajo la guía divina
es la mejor herencia que podemos dejarles.
2.- MARÍA, UNA MUJER DE FE Y DE PIEDAD
María confiaba totalmente en Dios, y por eso aceptó el reto de llevar
en su seno al Creador. Asimismo, para ser madre, una mujer tiene que
aceptar desempeñar esta función, porque de no hacerlo, siempre verá al
niño como un estorbo en su vida, como un enemigo que le roba su tiempo y
espacio.
Aquella joven entendió que Dios la había mirado con ojos de
misericordia, y que ser la madre del Mesías haría de ella una mujer
bienaventurada entre todas las generaciones pasadas o futuras (Lucas
1:48). Cuando una mujer no ve el hecho de tener un hijo como una
bienaventuranza, será incapaz de cumplir con su deber maternal, con ese
amor especial con el cual Dios quiere que lo haga. En efecto, sólo una
madre es capaz de transmitir la ternura, el cariño y la bondad que
emanan del Creador del universo; y esto es lo que hace de nuestras
madres unos seres especiales e inolvidables.
En ciertas circunstancias, la rebeldía de los jóvenes se explica por el
hecho de que nunca han conocido el calor de una madre. Al haber
derrumbado los pilares de la familia tal y como Dios los estableciera
desde el libro de Génesis, esos niños han tenido una casa y han
compartido un mismo techo que sus progenitores, pero esa casa nunca fue
un hogar para ellos. Nunca han experimentado el amor, y nunca se han
sentido bienvenidos ¿Sabía usted que se ha probado científicamente que
desde el vientre de su madre, el percibe los sentimientos y las
emociones que éste genera en ella?
Madre cristiana, la oración es buena e indispensable, pero también lo
es detenerse en sus quehaceres para compartir con sus hijos, para
hacerles sentir que son importantes y queridos.
3.- MARÍA, UNA MUJER DE CONFIANZA
Me llama la atención que, en distintas partes de los Evangelios, se
repite esta frase: “Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón”
(Lucas 2:51). En el corazón de María siempre hubo una disponibilidad
espiritual para el servicio, y ella supo guardar en secreto todo lo que
el ángel le había revelado con respecto a Jesús y su misión mesiánica
antes de que naciera.
Desde el nacimiento de Cristo, María supo también que tendría que
experimentar, como madre, un dolor inmenso. En efecto, cuando María y
José llevaron a Jesús al templo, para que fuera circuncidado, Simeón le
profetizó: “Y una espada traspasará tu misma alma” (Lucas 2:35).
¿Cuántas madres, como María, abrigan tristezas profundas en sus
corazones? ¿Cuántas madres mantienen ciertas cosas negativas encerradas
bajo llave en el secreto de su corazón, unas cosas que las hieren y las
martirizan?
Amados lectores, muy a menudo, el cristiano percibe la experiencia de
la cruz como algo solamente espiritual. Sin embargo, tampoco podemos
olvidar ni descartar los fortísimos sentimientos humanos que allí
estaban involucrados.
Como se sabe, las madres desarrollan un poderoso instinto de protección
para con sus hijos. María, como madre, sabía qué pasaría con Jesús y,
seguramente, sentía tristeza al pensarlo. Sin embargo, ella nunca
permitió que sus sentimientos maternales interfirieran en el transcurso
del plan de Dios.
María tenía una confianza maternal en Cristo, y esto lo demuestra su
actuación en las bodas de Caná. Ella no fue a Jesús pensando que Él
haría un milagro, sino como una madre que ve las capacidades y los
talentos de su hijo. María puso, pues, toda su confianza en Jesús,
sabiendo que Él era capaz de ayudarla en aquella situación, que no le
fallaría, y que sabría hacer lo correcto. Por este motivo, ella dijo a
los siervos que atendían a los comensales de la boda: “Haced todo lo que
os dijere” (Juan 2:5).
Ahora bien, ¿confía usted también, como María, en sus hijos adultos?
¿Es capaz de aceptar que ellos son capaces de ayudarlo a resolver algún
problema? María confiaba completamente en Jesús. Ella le había enseñado
bien, le había inculcado principios morales sólidos, y por eso sabía que
Él no dañaría nunca su testimonio ni tampoco traería la deshonra a su
casa. Es menester concienciarnos de que los principios y los valores
fundamentales de la vida se enseñan principalmente en el hogar, no en la
iglesia ni en la escuela.
4.- MARÍA, UNA MUJER FIEL
Es revelador, en cuanto al carácter fiel de María, el versículo
siguiente: “Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de
su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena” (Juan 19:25). En
medio de tanto dolor y sufrimiento, la madre de Jesús estaba al pie de
la cruz, apoyando a Jesús como una madre apoya a su hijo. El apóstol
Juan analizó muy bien la escena, y no visualizó a María como una
mediadora en el plan de la redención que se estaba cumpliendo en aquel
momento, sino que le prestó atención a la entrañable relación filial que
existía entre ambos.
¿Qué representa la cruz? Sufrimiento, padecimiento, sangre, golpes,
torturas, burlas, crisis física y emocional. Asimismo, hoy en día nos
encontramos en un estado de crisis gravísimo, lo que está causando
graves estragos en la juventud e incluso, en la juventud de las
iglesias.
Jesús sabía a qué había venido, y por qué estaba muriendo en la cruz;
pero también era consciente de su responsabilidad filial, y por ende, no
perdió nunca de vista sus emociones y sus sentimientos. Dice el
Evangelio según San Juan: “Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a
quien Él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu
hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora
el discípulo la recibió en su casa” (Juan 19:26-27).
En medio de su cruel agonía, y sabiendo que pronto partiría de este
mundo y que sería glorificado, Jesús puso la mirada cariñosa de un hijo
en María. Cuán hermoso es constatar que, el Hijo de Dios estaba
preocupado por el bienestar futuro de aquella quien fuera su madre en la
tierra. Él no la quiso abandonar ni entregarla en manos de cualquiera.
Así pues, la confió al apóstol Juan, que era su discípulo amado.
¿Qué vio Jesús en Juan, para poner la vida de su madre en sus manos?
Simple y llanamente, que éste tenía todas las cualidades de un buen
hijo, y que sería capaz de amar y de cuidar a María como a una madre.
Juan accedió a la petición de Cristo, y a partir de aquel momento, veló
sobre el bienestar de María como si ella hubiese sido su madre
biológica. “El discípulo la recibió en su casa” ¡Qué frase más hermosa!
La misma denota que María se sintió bienvenida en la casa de Juan, hasta
el día cuando partió de este mundo para volver a encontrarse con Cristo
en el cielo.
CONCLUSIÓN
Es menester crear conciencia, y que aprendamos a valorizar a las que
son nuestras madres. Cristo supo valorar a la suya hasta su partida de
esta tierra. El Maestro, una y otra vez, nos ha dejado trazadas sus
huellas para que las sigamos. María es una fuente de inspiración para
todos nosotros: estuvo al pie de la cruz, cuando todos los amigos y los
discípulos de Jesús lo habían abandonado. María fue una mujer valiente,
fiel, dispuesta, reservada, llena de fe y de piedad. Imitémosla en esas
cualidades tan hermosas.
LA MUJER QUE EN SU VIDA TIENE LA OPORTUNIDAD DE SER MADRE GOZA DE UN
GRAN PRIVILEGIO. SER MADRE NO SIGNIFICA ESTAR CARGANDO UN BULTO O UN
OBJETO CUALQUIERA EN SU SENO, SINO ABRIGAR A UN SER VIVIENTE QUE PIENSA,
QUE RAZONA, QUE TIENE EMOCIONES Y SENTIMIENTOS, EL CUAL PERMITIRÁ QUE
PERDURE LA RAZA HUMANA HASTA QUE CRISTO REGRESE A LA TIERRA. DE
IMPORTANCIA CRUCIAL ES, PUES, QUE LA MUJER SEA CONSCIENTE DE QUE EL
PRIVILEGIO Y EL HONOR DE DAR LA VIDA A OTRO SER HUMANO PROVIENEN
DIRECTAMENTE DE DIOS.
POR DESGRACIA, HAY MUJERES QUE NO VALORIZAN EL DON DIVINO DE SER
MADRES, Y COMO NO LO HACEN, EL HIJO VIENE A CONVERTIRSE PARA ELLAS EN
UNA CARGA, EN ALGO MOLESTOSO, DE LO CUAL PUEDEN DISPONER A SU ANTOJO, Y
HASTA DECIDIR LA VIDA O LA MUERTE SOBRE ÉL. PARA DESEMPEÑAR LA FUNCIÓN
DE MADRE, ES MENESTER QUE LA MUJER ENTIENDA QUE ANTE TODAS LAS COSAS,
ELLA ES UNA SIERVA DEL SEÑOR.
Fuente: impactoevangelistico.net
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