«A los 35 años, se está terminando mi vida, destrozada por el sida,
esa horrible plaga. No culpo a nadie más que a mí mismo. Durante mucho
tiempo mi voluntad fue como un desafío a Dios, una vida según mis
impulsos momentáneos. Quise vivir liberado de toda ley moral y
satisfacer mi sed de placer costase lo que costase, es decir, sin
preocuparme por la ofensa hecha al amor de Cristo por mí, ni por la
decadencia de mi alma y de mi cuerpo, o por las heridas que causaba a
los demás…
En la gracia infinita de Dios hallé la fuerza para reconocer
verdaderamente el mal que había hecho, a fin de pedirle perdón. En Jesús
también encontré la fuerza para vivir lleno de esperanza, aguardando el
momento cercano en el que mi Creador enjugará “toda lágrima”
de mis ojos. Pero me duele ver adónde van miles de jóvenes como
ustedes. Son engañados y poco a poco pierden toda posibilidad de conocer
las alegrías y el gozo de un verdadero amor.
El verdadero amor se construye en la fidelidad y no puede conducir a
la muerte. Son los hombres quienes matan el amor reduciéndolo a un
placer egoísta, efímero y suicida. Tú que tienes la vida por delante,
que quieres construir sobre una base sólida, dile sí a Dios, quien es la
vida y no miente. ¡Hoy mismo toma la decisión de consagrarle tu cuerpo y
tu mente; él te dará la fuerza!». (Testimonio de Dominique M.)
Fuente:amen-amen.net
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