“Sonrío porque Cristo me ama”
Eber Pallarco Yachi nació en Huancavelica hace 24 años; sin embargo, a pesar de su juventud supo recorrer la ruta de la desolación a la redención.
Desde pequeño gozó los privilegios de
vivir en un hogar cristiano, tuvo el cariño de sus padres y una relativa
bonanza económica. Pero con el paso de los días, cuando se acercaba a
la adolescencia, su familia se alejó de Dios y él también.
Con un corazón vacío recorría los
pasillos del colegio nacional donde estudiaba, esperaba encontrar en sus
compañeros de salón y en el alcohol la felicidad que tanto anhelaba.
Tenía sólo trece años, pero su espíritu envejecía por el pecado.
Al terminar sus estudios secundarios
decidió llegar a Lima. Creyó enamorarse de una muchacha que pasaba
momentos de profunda depresión igual que él. Ambos estuvieron a punto de
terminar con sus vidas lanzándose de un puente; pero algo lo detuvo. Él
creía que era el temor, pero evidentemente era la mano de Dios que
actuaba sobre su vida.
Luego de algunos años nada cambió.
Empezó a cursar la carrera de gastronomía en una reconocida casa de
estudios. En ese lugar conoció a jóvenes que, a pesar del dinero, tenían
el alma rota. “Muchos de mis amigos tenían vicios, otros eran
homosexuales”, cuenta el protagonista de esta historia.
El laberinto en el que vivía parecía
eterno, pero algo estaba por suceder. Su madre ya había regresado a los
caminos del Señor, ella se desvelaba orando por Eber, además de
invitarlo a volverse a Cristo.
Impulso del corazón
Cierta tarde estaba en su habitación
tratando de distraerse viendo televisión o escuchando radio, pero todo
le parecía monótono y desesperante. De pronto un impulso, hasta ese
momento oculto en su interior, lo obligó a salir de casa, pensó a donde
ir y la primera imagen que dibujó su mente fue el templo cristiano al
que su progenitora asistía.
Cuando ingresó a la Casa de Dios fuerzas
malignas nublaron su entendimiento, pero cuando pensó en retirarse
recordó lo feliz que fue en su niñez. De esa manera volvió a tomar
asiento y empezó a escuchar al predicador.
“El amor de divino es incomparable, te
invito a que lo experimentes”, fueron las palabra del pastor que
conmovieron todo su ser. Casi inmediatamente las lágrimas recorrieron su
rostro y derramó su alma ante el Padre Celestial.
Desde ese día tuvo nuevas fuerzas para afrontar su vida, y se aferró a Jesús con sinceridad.
Actualmente es presidente de jóvenes en
la Iglesia del Movimiento Misionero Mundial en San Pablo (San Luis) y
aprovecha su conocimiento del quechua para preparar mensajes cristianos
en ese idioma que posteriormente se emiten a través de Radio Bethel.
Fuente:mmmperu.org
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