lunes, 26 de marzo de 2012

Rev. Gustavo Martinez G - Rindamos gratitude a Dios


Rindamos gratitude a Dios

 Hay los que conocenlas Sagradas Escrituras,y cuántas bendiciones Dios les ha dado, los ha prosperado, los ha guardado y no muestran con su vida y con su servicio gratitud al Señor, son más bien desagradecidos.
 Como aquellos nueve leprosos que cuando se vieron libres de la enfermedad no regresaron, solo uno regresó a rendirle gratitud al Señor. Jesús le dijo: “¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?”(Lucas 17.17); se habían ido tras las cosas de este mundo, pero no se dieron tiempo para regresar. Que una persona confinada a una enfermedad como la lepra, que no había medicina alguna, y que en un instante sea sanado y quede liberado de ese flagelo, y no tenga ni siquiera el más mínimo detalle de darle gracias al Señor es inconcebible.
 
 Qué terrible, pero a veces nos escandalizamos de esos nueve ingratos y no nos damos cuenta de que en muchas ocasiones somos similares a ellos, porque lo que Dios ha hecho con nosotros es grande. La carga que quitó de nosotros es grande, como para que vivamos agradecidos diariamente, y le rindamos a Dios un servicio de verdad, no de apariencia, no de hipocresía sino de verdad, de corazón, porque nos salvó, porque nos dio vida, y como si fuera poco puso en nosotros su Santo Espíritu.
 
 El día que a Saúl lo fueron a nombrar rey se escondió, no quería aparecer en la escena, temblaba, le daba miedo, se dio cuenta que era inmerecedor; y el Señor sabía que lo estaba haciendo de corazón, Dios vio que se sentía insignificante. Cuando Dios comenzó a bendecirnos, nos sentíamos insignificantes, sin valor, pero después nos llenamos de una falsa confianza, nos sentimos fuertes sin serlo, olvidando que si hay algo en nosotros digno de alabanza no es por nuestra fuerza, es por la gracia de Dios en nuestra vida.
 
 La Biblia registra lo que le pasó a los hijos de Judá, ellos eran piedras preciosas, valiosísimas, eran de ese oro puro finísimo, con ese brillo único que los caracterizaba, pero el profeta dice de ellos: “¡Cómo se ha ennegrecido el oro! ¡Cómo el buen oro ha perdido su brillo! Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles. Los hijos de Sion, preciados y estimados más que el oro puro. ¡Cómo son tenidos por vasijas de barro, obra de manos de alfarero!”(Lamentaciones 4:1-2). Dios ha puesto un tesoro en nosotros que somos vasijas de barro, si hay algún brillo, si hay alguna atracción es lo que por dentro hay, el día que perdamos ese tesoro, esa riqueza, seremos catalogados como vasijas sin valor, nadie se nos acercará, nadie nos consultará, si hoy la gente busca algún valor en nosotros es por la gracia de Dios dada a nuestras vidas.
 
 ¿Quiere la bendición de Dios? Sírvale de verdad, con sinceridad, sin incertidumbre de fe, con corazón sincero e íntegro, haga las cosas con amor para el Señor, para agradarle a Él. Amén.

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