Dios formó al hombre del polvo de la tierra… – Génesis 2:7.
Polvo eres, y al polvo volverás. – Génesis 3:19.
El primer hombre, Adán, puesto en el huerto de delicias, desobedeció la
palabra de Dios y escuchó la voz de Satanás. Pecó y así cayó en la
condenación divina: “polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19).
Era la aplicación de la advertencia que había recibido en caso de
desobediencia: “Ciertamente morirás” (Génesis 2:17).
En contraste total con Adán y su descendencia, “el segundo hombre, que
es el Señor, es del cielo” (1 Corintios 15:47). Jesucristo vino del
cielo; no tenía pecado alguno, pues ni lo conoció ni lo cometió (2
Corintios 5:21; 1 Pedro 2:22). Entonces, ¿Cómo su cuerpo podría volver
al polvo? La muerte no tenía ningún derecho sobre él. Sin embargo tuvo
que morir, el justo por los injustos, para borrar nuestros pecados.
Jesús entró en el ámbito de la muerte, de ahí la expresión simbólica:
“Me has puesto en el polvo de la muerte” (Salmo 22:15).
Si Jesús pasó por la muerte (llamada “la paga del pecado” en Romanos
6:23), entró como vencedor. El cuerpo de Jesús colocado en la tumba no
podía conocer la corrupción (Salmo 16:10), ni siquiera ser puesto en
contacto con ella: el lienzo que lo envolvía estaba nuevo (Mateo 27:59),
y el sepulcro también (Juan 19:41). Dios puso el sello de su aprobación
a la obra cumplida por su muy amado Hijo al resucitarlo de entre los
muertos. Jesús venció la muerte por todos los que creen en él. Así como
llevaron la imagen de aquel que es polvo (Adán), también llevarán la
imagen del celestial (Jesucristo) (1 Corintios 15:49).
Fuente:Amen-amen
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