Canción de alabanzas que honra a la Santísima Trinidad. Compuesta en el
siglo XIX por Reginald Heber se ha convertido, con el paso de los años,
en un tema universal presente en diversos actos de homenaje al Señor.
Fue escrito por Reginald Heber, un siervo de Jesucristo nacido en el
Reino Unido en 1783, su letra, según algunos eruditos de la fe,
parafrasea un pasaje bíblico donde el profeta Isaías vio al Señor
sentado sobre un trono alto y sublime y exclamó: “Santo, santo, santo,
Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:1-5). Este himno, que lleva por
nombre coincidentemente “¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!”, es además un emblema
del mundo evangélico y ensalza el Poder del Todopoderoso.
De algún modo, Heber, su creador, puso de manifiesto con su obra la
presencia poderosa de Dios. Todo ocurrió en los inicios del siglo XIX,
cuando se desempeñaba como pastor de Hodnet, una aldea ubicada en
Shropshire, Inglaterra. Su único propósito fue escribir una canción que
se pudiera entonar en el domingo de Trinidad, celebración que se
conmemora ocho semanas después de la Semana Santa, y que sirviera para
glorificar al Creador. Entonces, compuso un canto inmortal que presentó
una revelación melódica de los principios eternos del cristianismo: Dios
es tres en uno, es santísimo, y su creación refleja su gloria.
De familia adinerada, Reginald asistió a la universidad de Oxford,
lugar en el que perfeccionó su creatividad, y recorrió Europa antes de
convertirse en ministro de Dios. Su promoción al cuerpo de servidores de
la fe cristiana ocurrió en 1807. A partir de ese instante estuvo al
frente del templo evangélico de Hodnet durante dieciséis años. Y fue
allí, en un remoto punto de la geografía inglesa, en el que este varón
compuso más de cincuenta himnos evangélicos y desarrolló una prolífica
obra literaria dedicada a Cristo en la que se destacó “Palestina”, un
poema reimpreso varias veces, y un compendio del trabajo del estudioso
Jeremy Taylor conocido como el “Shakespeare de los teólogos”.
El 1 de junio de 1823, cuarenta días después de cumplir cuarenta años
de vida, Heber fue enviado a la India y cuatro meses más tarde se
convirtió en el líder de la iglesia cristiana de Calcuta. Justamente, en
“la Ciudad de los Palacios”, como se le conoce a la capital del estado
indio, se consagró por completo a esparcir la Palabra del Dios Eterno y
fundó templos y escuelas cristianas y visitó, en misión evangélica, una
gran porción del suelo hindú. Sin embargo, en plenas labores misioneras,
la muerte lo alcanzó el 3 de abril de 1826 y se marchó al encuentro con
Dios. Empero, su estela piadosa se quedó en territorio indio y aún hoy
se le recuerda con mucho aprecio.
Tras su desaparición, Amelia Shipley, su viuda, recopiló y reunió la
amplísima obra poética de Reginald Heber y publicó una colección de
cincuenta y siete canciones consagradas a Jesucristo. Dentro de ellas,
evidentemente, se destacó de inmediato “¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!” y en el
acto empezó a construir su propia historia. Una historia que, escrita
en opinión de especialistas sobre la base de las palabras de Apocalipsis
4:8, deslumbra aún hoy y recuerda a los seguidores del Rey de reyes a
través de sus estrofas.
CANTO POPULAR
“¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!”, traducido a varios idiomas desde su
aparición, ha sabido volverse un canto popular y famoso. Así en 1953 fue
empleada en la banda sonora de la película “Titanic”. Después, en 1982,
el reconocido cantante evangélico Keith Green la incluyó en su
producción “Canciones para el Pastor”. Posteriormente, en 2001, el grupo
cristiano Hillsong United grabó una versión de este himno. Luego, en
2009, fue empleada en la adaptación televisiva de la obra “Cumbres
Borrascosas” de Emily Brontë, y fue grabada por el pianista
norteamericano Ronnie Milsap
Fuente:Impactoevangelistico.net
Fuente:Impactoevangelistico.net
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