“Yo honraré a los que me honran”, así dijo Dios a Elí, el Sumo
Sacerdote, y añadió: “...y los que me desprecian serán tenidos en poco”
(1 Samuel 2:30).
Todo esto por consentir el pecado de adulterio de sus dos hijos: Ofni y
Finees y, peor aún, permitir que estos adúlteros continuaran oficiando
en el ministerio sacerdotal.
El predicador, pastor o ministro que comete adulterio se deshonra a sí
mismo; deshonra su hogar, su esposa e hijos; deshonra su ministerio, la
Iglesia que pastorea, la Obra de Dios; y por consiguiente, se
descalifica a sí mismo para el ministerio cristiano, que es santo,
honesto, bíblico; lo cual Dios demanda en las Sagradas Escrituras, y que
es superior al ministerio sacerdotal del Antiguo Testamento, así como
Cristo es mayor que Aarón.
En esta Obra del Movimiento Misionero Mundial, todos nosotros queremos
siempre dar al Dios Trino toda la gloria y reconocimiento.
Queremos honrarle en todo: En la obediencia, la predicación y enseñanza
de la Palabra de Dios; en la proclamación de la Redención mediante el
sacrificio del Señor Jesucristo; en el Bautismo, los Dones y Frutos del
Espíritu Santo; queremos honrarle con un ministerio de vida santa, de
testimonio limpio y de profundidad espiritual. Queremos honrarle en la
letra y música de los himnos; en la reverencia y en el orden en la Casa
de Dios; queremos honrarle en todo.
Cuando honramos a Dios, en toda la escala de valores que emanan de las
Sagradas Escrituras, Él cumple Su Palabra cuando dice: “YO HONRARÉ A LOS
QUE ME HONRAN, Y LOS QUE ME DESPRECIAN SERÁN TENIDOS EN POCO”.
Elí, el Sumo Sacerdote junto con sus dos hijos, adúlteros consentidos,
fueron cortados del ministerio y muertos por la mano de Dios.
“¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”, Hebreos 10:31.
Fuente:impactoevangelistico.net
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