Él extiende el norte sobre vacío, cuelga la tierra sobre nada. – Job 26:7.
Los astros obedecen a leyes muy precisas y los astrónomos pueden prever
sus trayectorias mediante cálculos científicos. La regularidad de sus
movimientos es una de las grandes maravillas de la creación. Al recorrer
mecánicamente sus órbitas, los cuerpos celestes dan testimonio del
poder y de la fidelidad de Dios, quien continuamente mantiene las
condiciones propicias para que pueda haber vida en la tierra. “Haya
lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche;
y sirvan de señales para las estaciones, para días y años” (Génesis
1:14).
El estudio de las leyes de gravedad realizado por Newton estaba basado
en su fe en un Dios que con una sabiduría infinita mantiene el orden en
toda la creación. Cuando Newton comunicó el resultado de sus trabajos a
su amigo Halley, sabía que podría utilizar esas leyes para calcular las
órbitas de los cuerpos celestes. Estaba seguro de que Dios prueba su
fidelidad mediante la manera en que dirige el movimiento de los astros.
Por lo general, los hombres rechazan a su Creador, pero Él no se cansa
de llamar a su criatura. “Así dijo el Señor, que creó los cielos; él es
Dios, el que formó la tierra…Yo soy el Señor, y no hay otro… No hay más
Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí” (Isaías
45:18-21).
Fuente: amen-amen
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