He aquí vienen días, dice el Señor, en los cuales enviaré
hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la
palabra del Señor. E irán errantes… buscando palabra del Señor, y no la
hallarán. – Amós 8:11-12.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (dijo Jesús). – Mateo 24:35.
En varios países donde la libertad religiosa está amenazada, la
Biblia se ha vuelto un libro escaso. Algunos creyentes estarían
dispuestos a pagar el salario de varios meses de trabajo para conseguir
una. Otros copian cuidadosamente algunas páginas del santo Libro. Oí
hablar de una congregación de centenares de creyentes en la que sólo uno
tenía su propia Biblia.
En cambio, unos vecinos nuestros dicen que poseen unas cinco o seis
Biblias. ¿Dónde están? ¡Una quizás esté en un baúl en el desván, otra,
que debió haber sido de un abuelo, tal vez se halle en el fondo de una
alacena! Y las otras… nadie sabe dónde las metieron.
Pero el domingo, para ir a la iglesia, ¡Será necesario encontrar una!
¿El domingo? No, ¡El domingo es el único día en el que se puede dormir
un poco más! Y por la noche, después de la cena, ¿Nunca hacen una
lectura en familia? Imposible, los niños tienen muchas tareas, y si no,
ven la televisión. Varias veces al día se toma un periódico o un libro,
pero nunca la Biblia.
Lo que salva no es el hecho de tener una Biblia, sino de aceptar su contenido. Y la suya, querido lector, ¿dónde está? ¿La lee?
Fuente:amen-amen.net
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