Santiago 1:2-4 “ Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis
en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce
paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis
perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.
El desánimo es una de las armas más efectivas de Satanás; él sabe que
si puede destruir nuestro ánimo, seremos inútiles en el logro de algo
para Cristo. Veamos la espiral descendente creada por esta fuerza
destructiva.
Una señal de desánimo es una mente dividida. Este desenfoque básico
afecta todas las áreas y cada decisión. No importa lo que usted haga,
siente como si una nube oscura estuviera cubriendo toda su mente.
El desánimo lleva también al “juego de la culpa”, en el que sentimos
una profunda necesidad interior de acusar a alguien. Usted querrá
reprender a Dios, porque ha permitido circunstancias dolorosas en su
vida, o culpará a otros por la manera como lo tratan a usted. Quizás
usted mismo se sienta culpable por las malas decisiones o los errores
cometidos en el pasado.
Pero culpar a otros de nada sirve. Tratar de descargar la
responsabilidad en los demás por los problemas que hay en su vida, jamás
ha servido para nada.
El enojo es otra señal común de que alguien está desanimado. Cuando
esto ocurre, el disgusto puede desarrollar un espíritu de venganza, y
finalmente llevar al desquite. Si usted permite que el enojo crezca, sin
resolverlo, el mismo se convertirá fácilmente en depresión. En este
caso, el resentimiento actúa como un cáncer que se esparce lentamente y
destruye toda la vida.
Las conductas antes descritas no son las que uno esperaría de un
seguidor de Cristo, ¿verdad? Sin embargo, son demasiado evidentes entre
los cristianos. Pídale al Padre celestial que escudriñe su corazón, le
muestre cualquier señal de estas destructivas semillas, y evite que
ellas traigan desánimo a su vida.
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