Mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. – Lucas 15:24.
Hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente. – Lucas 15:10.
Señor Jesús, ¿a quién vas a hacer que encuentre hoy?, preguntaba
Pedro en su oración mientras se dirigía al hospital para visitar a los
enfermos. Al llegar al largo pasillo vio una puerta entreabierta. Llamó y
entró. Un joven en su lecho de enfermo exclamó: –¡Usted es creyente!
–Sí, y por eso mismo he venido a verte, respondió Pedro. E
inmediatamente el joven le contó su historia: «No aguantaba más la fe de
mis padres, ni la lectura diaria de la Biblia en familia, entonces me
fui de casa. Lejos de mis padres, encontré refugio en casa de mi abuela,
para no volver a oír hablar de Dios.
Pero una noche, ese Dios de quien huía me detuvo. Mientras me
divertía con mis amigos al borde de la carretera, uno de ellos me empujó
y caí al suelo. Un camión me destrozó las piernas. Tuvieron que
amputármelas. Estoy en esta cama de hospital desde hace meses, y he
tenido el tiempo suficiente para reflexionar sobre mi pasado. Esta
mañana le dije a Dios: –¡Si existes, mándame hoy a un creyente!».
Entonces Pedro le habló de Jesús, de su compasión, de su amor y de su
poder para perdonar. Ese mismo día ese joven creyó en Jesús y puso su
confianza en él. Más tarde mandó a Pedro que diese este mensaje a sus
padres: –Sé que oran por mí. Perdí mis dos piernas, pero encontré la
salvación en Jesucristo.
Fuente:amen-amen.net
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