Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el
hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena
obra. – 2 Timoteo 3:16-17.
La manera en que se compuso la Biblia es en sí un milagro. Las primeras
páginas se escribieron hace unos 34 siglos, y las últimas hace
aproximadamente 1900 años. Fue escrita por unos cuarenta escritores de
orígenes, culturas, situación social y caracteres muy diferentes. La
mayoría no se conocía entre sí, no obstante, ¡qué unidad y coherencia!
Lo que diferencia la Biblia del resto de los libros es su mismo origen y
su naturaleza. Es la Palabra de Dios dirigida al hombre. Está
divinamente inspirada, es decir, Dios mismo comunicó sus pensamientos a
los hombres piadosos que él escogió para escribirla. No fue el escritor
quien adaptó el pensamiento de Dios, teniendo en cuenta su carácter y su
educación, sino que se trata de las “palabras enseñadas por… el
Espíritu” (1 Corintios 2:13).
La Biblia no procede ni es propiedad de un pueblo o una religión en
particular: en ella Dios habla a todos los seres humanos responsables,
independientemente de su edad, educación y posición social en el mundo.
En su amor, Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al
conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Por lo tanto nadie puede
decir: «No sé si Dios quiere salvarme».
Dejémonos penetrar por esa agradable luz de la Palabra de Dios.
Entonces las dudas y los razonamientos darán paso a las certidumbres
divinas.
Fuente:Amen-amen.net
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