Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. – Mateo 5:16.
En los países mediterráneos, una ciudad situada en una montaña se ve
inmediatamente: en el día debido a la blancura de sus edificios, y en la
noche debido a la luz de las casas.
De igual modo, la conducta de los discípulos de Jesús en este mundo
debe ser una luz perceptible por todos. ¿Cuál es la luz que los
creyentes estamos llamados a hacer brillar? Es todo lo que los creyentes
dicen o hacen, porque creen en Dios; es toda manifestación visible de
su fe. Es la expresión, en nuestra actividad cotidiana, de la luz moral
de la vida de Jesús.
Cuando Jesús estuvo en esta tierra, sus discípulos vieron que su
Maestro irradiaba esa luz de la vida que disipaba sus dudas, echaba
fuera sus temores y fortalecía su fe. Después de su resurrección, el
fervor de Su amor animó sus corazones y condujo sus pasos. Como vivían
en comunión con el Señor, pudieron llevar esa luz de la vida al mundo.
Al igual que los discípulos de Jesús, nosotros también debemos vivir
la vida que Jesús describe en Mateo, capítulos 5 a 7. Entonces, los que
nos rodean podrán observar en nuestra vida lo que significa creer en
Dios y tratar de honrarlo. Serán llevados a reconocer que nuestra luz
proviene de Dios, y que nuestras acciones son su obra ejercida a través
de nosotros. ¡De este modo glorificarán a Dios!
Fuente:impactoevangelistico.net
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