jueves, 16 de febrero de 2012

Crimen y castigo


La novela cumbre de Fiódor Dostoievski. La obra relata situaciones de extremo dolor, muerte, miseria y corrupción en donde sus personajes claman por encontrar una salida a sus conflictos existenciales mediante una desesperada búsqueda del Señor.
 
 
 Fiódor Dostoievski es considerado uno de los dramaturgos más influyentes de la literatura rusa y universal. Crimen y Castigo representa el apogeo de su producción literaria, en donde se adentra en el complejo mundo de la psicología humana y nos transporta, gracias a su literatura extensa y detallada, a los problemas que afrontaba la sociedad rusa del siglo XIX.
 
 Esta célebre novela realista refleja fielmente el pensamiento existencialista del autor y su vasto conocimiento de la Biblia. Dostoievski retrata con palabras situaciones de extremo dolor, miseria y corrupción, en donde sus personajes buscan una inmediata salida a sus conflictos y tienen un encuentro personal con el Salvador.
 
 Rodion Raskolnikov es el personaje que da vida a esta conmovedora novela. Él es un estudiante de derecho, quien ha tenido que interrumpir sus clases por falta de dinero. Rodion traza un plan para salir de la pobreza en que se hallaban sumergidos él y su familia: consistía en asesinar a una vil anciana prestamista llamada Aliona Ivanovna y apoderarse de su dinero. Sin embargo, este joven ruso no contó con quitarle la vida a otra persona y verse envuelto en un doble crimen, en el que aparentemente no existían pruebas que lo acusaran, excepto su conciencia.
 
 La vieja se hallaba vuelta de espaldas. El joven esgrimió el hacha y la alzó por encima de la cabeza de la usurera, dejándola caer con fuerza. La mujer se desplomó sin vida. Después de asegurarse que era así, Raskolnikov inició el registro, procurando no mancharse de sangre. De pronto, un rumor de pasos le obligó a suspender el trabajo. Allí se encontraba Lizaveta, contemplando petrificada el cadáver de su hermana, sin fuerzas para gritar. El asesino se lanzó sobre ella esgrimiendo el hacha. Ella estaba tan aturdida, que ni siquiera levantó los brazos para defenderse del ataque. El hierro cortante cayó sobre su cráneo y lo destrozó.
 
 Después de cometer el sangriento crimen, Raskolnikov se encargó de eliminar todo aquello que pudiera inculparlo. Llevaba consigo una bolsita repleta de dinero y no dejaba de temblar, fue el inicio de su delirio, de las interminables fiebres y un estado de perturbación indescriptible. En medio de su enfermedad recibió treinta y cinco rublos que le había enviado su humilde madre. Por otro lado, Rodion creía que todos sospechaban que él era el asesino, y terminó por esconder la bolsita de dinero debajo de una piedra, con la firme convicción de que al deshacerse de ella, no existiría forma de encontrarlo culpable. Luego, en su camino encontró a un hombre que acababa de ser atropellado y le entregó todo el dinero que tenía a su familia, lo que confirma que detrás de aquel asesino existía un corazón bondadoso y una inminente necesidad de acceder al perdón de Dios y rectificar su vida. En el siguiente diálogo, Poletchka, una de las integrantes de aquella desgraciada familia, agradece a Rodion por su generosidad...
 
 Unos escalones más abajo fue alcanzado por Poletchka, la cual había sido enviada por su madre y por su hermana Sonechka para preguntar al generoso desconocido su nombre y dónde vivía.
 
 -¿Quieres mucho a Sonechka? - le preguntó Raskolnikov, observando la escuálida carita que le sonreía.
 
 - La quiero más que a nadie –repuso la niña. - ¿Y a mí? ¿Me querrás? Sencillamente, Poletchka le dio un beso y rodeó el cuello de Raskolnikov con sus delgados bracitos. - ¿Sabes orar? -Sí. -Pues nómbrame alguna vez en tus oraciones. “Y también a tu siervo Rodion...” será bastante. -Toda mi vida oraré por usted –aseguró la niña.
 
 La desequilibrada actitud de Rodion terminó por alarmar a las personas que lo rodeaban, como su familia y su fiel compañero, Dimitri Razumikhin. Los magníficos e intrigantes diálogos entre Raskolnikov y el juez de intrucción, quien expone a Rodion a innumerables trampas verbales para que confiese ser el autor del crimen, es considerado como una de las cúspides de la literatura universal. Por otro lado, Raskolnikov empezó a mantener una extraña relación con la joven cuyo padre había fallecido. Sonechka, quien vendía su cuerpo para ayudar a su desamparada familia, tenía mucha fe en Dios y ella, de una manera u otra, fue acercando a Rodion hacia Jesucristo.   
 
 -¿Oras mucho, Sonechka? - le preguntó. - ¿Cómo resistir tanto infortunio si no confiamos en la ayuda del Señor? De momento, vio un libro sobre una cómoda destartalada. Lo tomó. Era una traducción del Nuevo Testamento. -Busca el pasaje de la resurrección de Lázaro y léemelo –le pidió, sentándose a la mesa. -¿Es que usted no lo ha leído nunca? - Sí, hace mucho tiempo, cuando era niño. - ¡Lee! - ordenó con irritación el joven. Sonechka abrió el libro con las manos temblorosas. - “Había en Betania un hombre llamado Lázaro, que estaba enfermo...” - empezó ella, vacilante. Sonechka leía con tanta emoción como si el milagro se estuviera realizando ante sus propios ojos. No pudo seguir, cerró el libro y se levantó. La leve llamita de una vela encendía una luz mortecina por la mísera estancia donde un asesino y una prostituta estaban leyendo el Libro Eterno.
 
 Raskolnikov continuaba enredándose en su propia telaraña, al tiempo que su madre y su hermana lloraban amargamente porque creían que su amado Rodion había enloquecido. Y de cierto modo, esto era cierto: el estudiante de derecho había perdido el control de su mente y sus acciones, y su pecado lo había llevado a la locura. Raskolnikov confiaba sumamente en Sonechka, y sería a ella, a quien no solo confesaría su terrorífico homicidio, sino que le explicaría las reales y confusas razones que lo impulsaron a matar.
 
 -Quien es dueño de su voluntad y posee una inteligencia poderosa, se impone fácilmente a los demás. Quien desafía a los hombres y los desprecia, conquista su respeto y acaba dictando las leyes.  Sonechka comprendía que aquella doctrina tan terrible era el Evangelio del joven. Raskolnikov continuó así: - Entonces me convencí de que el poder lo posee quien se inclina a recogerlo. Por esa razón, me atreví y maté. Sólo quería cometer un acto de audacia que me contentara. - ¡Calle, calle! - exclamó Sonechka desesperada – Usted se ha apartado del camino de Dios, y Él lo ha entregado al demonio. - ¿Crees que era el diablo el que me inspiraba esas ideas? - ¡Calle, ateo! No se burle... ¡Señor, no comprendo nada! - Óyeme, Sonechka: no me burlo. Sé que ha sido cosa del demonio. No maté por cuestión de conciencia, sino obedeciendo un impulso particular. No maté por ayudar a mi madre ni por el bien de la humanidad, sino arrastrado por la necesidad de saber si era un gusano como los demás, o un hombre; si era capaz de vencer todos los obstáculos, si merecía el poder.
 
 Sonechka lo convenció de que confesar su crimen ante las autoridades y cumplir con el castigo que se le impusiera, sería el primer paso para recuperar las riendas de su vida y de esta manera, poder acceder al perdón de Jesucristo. Pero antes, Rodion se despidió de su madre, quien siempre había cuidado de él, y a quien había hecho derramar infinitas lágrimas de dolor y decepción. Después de intercambiar las últimas palabras con su madre, Raskolnikov se encuentra con su hermana, Dunia, quien se había enterado de que él era el asesino y mantienen una acalorada conversación, que concluye también con una lúgubre despedida.
 
 Encontró a su madre sola. El rostro de Pulkeria Alexandrovna se inundó de felicidad. - ¡Al fin! - exclamó emocionada – No te alarmes de mis lágrimas, Rodia; son de alegría... ¡Oh, cómo vienes! No, no te asustes; no te voy a pedir ninguna explicación ahora. A mí me basta con que me sigas queriendo, hijo. ¿Qué más puede pedir alguien como yo? Te voy a dar café... - No, mamá. Me marcho enseguida. Escúchame... Pulkeria Alexandrovna se acercó entonces tímidamente a su hijo. - Mamá, ocurra lo que ocurra y oigas lo que oigas de mí, ¿me querrás como me quieres ahora? - ¿Sucede algo malo, Rodia? ¿Quién se atreviera a atacarte? A cualquiera que lo hiciese, le volvería la espalda para siempre. - Quiero decirte, mamá, que siempre te he querido; que tu dijo te quiere más que a sí mismo. Pulkeria Alexandrovna abrazó a Rodia y lo estrechó fuertemente contra su corazón, vertiendo lágrimas silenciosas al propio tiempo.
 
 Raskolnikov se dirigió hacia la Comisaría, en donde ante la triste mirada de Sonechka confesó el crimen y dio todos los detalles de este. Para la sorpresa de muchos, a Rodion solo lo sentenciaron a ocho años de trabajos forzosos en Siberia, dado el lamentable estado de perturbación mental en el que se encontraba. Su hermana Dunia contrajo matrimonio con el fiel amigo de Rodia: Razumikhin, y su madre murió al poco tiempo. Sonechka nunca lo abandonó, iba a visitarlo constantemente y su amor hacia aquel desdichado nunca se apagó. Sin duda, Dostoievski nos deja una gran enseñanza: cada persona tiene la oportunidad de comenzar una nueva vida y dejar que Dios haga renacer su atribulado espíritu. 
 
 Tras una grave enfermedad, Rodion volvió a la vida transformado. Por primera vez aceptó enternecido la compañía de Sonechka. Se había regenerado, y la regeneración alcanzaba también a su mente. ¡Siete años! ¡Sólo les faltaban siete años! Sus corazones enamorados llegaron a considerar aquellos siete años como siete días... Aquí da comienzo a una nueva historia: la de la renovación de un hombre, la de su paso gradual de un mundo a otro y la del descubrimiento de una realidad totalmente ignorada.
 

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