jueves, 16 de febrero de 2012

Estoy bien con mi Dios


Escrito por Horatio G. Spafford, el himno resume la fidelidad de los seguidores del Señor incluso en las circunstancias más adversas. Su creador decidió inspirarse en medio de una tragedia: perder a sus cuatro hijas.
 
 Alrededor del mundo, en miles de templos cristianos, el himno que se creó a finales de 1873, tras una espantosa tragedia familiar, se entona con sumo fervor y entusiasmo. Sin embargo, la historia de su autor, Horatio G. Spafford, nacido en Nueva York el 20 de octubre de 1828, permanece aún poco difundido, pero vigente.
 
 Ciento veintitrés años después de su muerte, acontecida en Jerusalén el 16 de octubre de 1888, Spafford forma parte del presente con un éxito musical de la dimensión de Los Andes. Un pasaje dramático de su vida fue el punto de partida para la creación de uno de los himnos de mayor relevancia dentro de las composiciones cristianas. Luego de quedar al borde de la ruina financiera, debido a un gran incendio producido en Chicago en 1871, decidió irse junto a toda su familia a Europa. Entonces fue que el infortunio, como un verdugo cruel y despiadado, se le plantó cara a cara y puso a prueba su fe evangélica.
 
 Horatio, quien a último momento no pudo partir junto a sus cuatro hijas y su esposa Anna, el 15 de noviembre de 1873, recibió 16 días después la noticia de un suceso fatal que enlutó su hogar: el trasatlántico “Ville du Havre”, en el que navegaba su familia, naufragó tras chocar con otro barco más grande, a una semana de haber zarpado, y provocó la muerte de 226 personas, entre las que se encontraban todas sus descendientes: Annie, Maggie, Bessie y Tanetta. Vulnerado por el dolor, Spafford, reconocido abogado de la época y seguidor de Cristo, partió en el acto a buscar a su compañera y durante aquella travesía su confianza en la bondad de Dios le concedió la posibilidad de robustecer el poder restaurador del Creador.
 
 
 En altamar, con los Evangelios a mano, Spafford escribió una sentida y profunda poesía que, con el paso del tiempo, ha llegado a convertirse en un puerto cálido y afectuoso que provee consuelo para aquellos que, como él, se ven obligados a atravesar día a día por las aguas turbulentas de la aflicción y la desolación. Para darle vida al himno: “Estoy bien con mi Dios”, Horatio se inspiró en un pasaje de las Santas Escrituras, incluido en el segundo libro de Reyes, en el que se narra como una mujer sunamita perdió a su hijo por falta de fe y debido a ello su alma entra en amargura; sin embargo, gracias a la misericordia de Dios su vástago recobró la vida.
 
 Luego, una vez reunido con su esposa Anna, y en recompensa al sometimiento riguroso que demostró a los designios del Padre Eterno, tuvo la dicha de tener nuevamente descendencia. Así llegó a procrear un niño, llamado Horatio que murió muy pronto, y dos niñas a las que le puso por nombres Bertha y Grace.

 Al lado de ellas y de Anna, en agosto de 1881, se trasladó a Tierra Santa con la intención de servir a los más pobres. Y fue en la ciudad de Jerusalén, hoy capital de Israel, donde pasó los últimos siete años de una existencia que se destacó gracias a una labor fructífera en el empuje y promoción del Evangelio de Cristo y principalmente por una oda conmovedora.

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