martes, 7 de febrero de 2012

Demos a conocer la Palabra de Dios


Rev. Rodolfo González Cruz

 En las Escrituras, Dios nos dejó unas leyes perfectas que permiten vivir en paz con Él primero y luego con nuestro prójimo, por este motivo Jesucristo ordenó que escudriñemos las Escrituras.
 En el principio Dios tenía una comunión especial con el hombre. El plan inicial de Dios era que el hombre -una criatura perfecta en todos los sentidos y creada para su gloria y alabanza fuera feliz.
 
 No obstante, el pecado de desobediencia vino a romper aquella comunión íntima entre el ser humano y su Creador. Las consecuencias de este acto de desobediencia fueron terribles, pero Dios halló la forma de cómo volver a reinstaurar la comunión rota con el hombre.
 
 En algunos casos Dios se reveló directamente, en otros casos uso ángeles, profetas e intermediarios que le dieron a conocer Sus designios y propósitos. El más grande de todos estos propósitos consistía en la rendición de la raza humana a través del Mesías. La venida de Cristo a esta tierra permitió, pues, restaurar definitivamente aquella comunión entre el hombre y el Dios Todopoderoso.
 
 En las Escrituras, Dios nos dejó unas leyes perfectas que permiten vivir en paz con Él primero y luego con nuestro prójimo, por este motivo Jesucristo ordenó que escudriñemos las Escrituras. Estas, en efecto, nos permiten conocer a Dios en forma más profunda e íntima, y nos permite saber qué cosas le agradan y cuáles son las que abomina. “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39).
 
 PELIGROS DE LA IGNORANCIA
 
 El pecado estriba en hacer algo en contra de todo lo bueno que Dios ha establecido para nuestra familia, nuestro prójimo y nosotros mismos. El pecado consiste también en negarnos a hacer el bien cuando podemos hacerlo. Ahora, bien existe dos tipos de pecados: los pecados a sabiendas y los pecados por ignorancia.
 
 Muchas personas se escudan bajo la excusa de la ignorancia tras haber cometido malos actos, por esta excusa es válida solo a mitad. En efecto cuando no conociésemos las leyes divinas, Dios nos dejó la conciencia y el Espíritu Santo para que estos nos reprendan antes, durante y después de haber cometido mal.
 
 Refiriéndose al Espíritu Santo nuestro Señor Jesucristo dijo: “Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia; por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio por cuanto el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado.” (Juan 16:8-11).
 
 ¿Cuántas veces, estando perdidos en el mundo, no hemos oído en nuestra mente aquella vocecita que nos dice: “no lo hagas”? ¿Cuántas personas que no conocen ni a Dios ni la Biblia, han sido reprendidas en su corazón para no cometer algún pecado? Y todo porque Él no quiere que Sus criaturas se pierdan.
 
 Nuestro Creador nos dio en su infinita misericordia y amor, el libre albedrío. Esto significa que estamos capacitados para escoger entre el bien y el mal, la vida y la muerte eterna, el cielo y el infierno. Estamos libres, tanto de hacer lo que queremos como de obedecer o no a Su Palabra. Dios no quiere que le sirvamos por miedo al infierno y a la condenación eterna, sino porque le amamos con todo nuestro ser.
 
 La Biblia nos dice que Dios había escogido a Saúl para ser el primer rey de Israel. A diferencia de los demás reyes de la tierra, su responsabilidad principal radicaba en mover a toda la población a conocer las leyes de Dios, para que sus súbditos no pecaran por ignorancia. Saúl conocía bien las Escrituras, como lo demuestra el hecho que eliminó a todos los hechiceros y brujos del pueblo de Israel.
 
 Nuestro Señor abomina la magia negra o blanca, la nigromancia, la brujería, los sortilegios, la adivinación y todos los pecados que estén relacionados con las prácticas ocultas. Por este motivo, Dios prohibió determinantemente que su pueblo se dirigiera a estos impostores poseídos por los demonios a fin de conocer el futuro.
 
 En Deuteronomio 18:10-14 leemos como sigue: “No se ha hallado en ti quien haga pasar a su hijo por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que haces estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti. Perfecto serás delante de Jehová tu Dios. Porque estas naciones que vas a heredar, a agoreros, y a adivinos oyen; mas a ti no te ha permitido esto Jehová tu Dios.”
 
 El profeta Isaías a su vez declaró en profecía: “Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos? ¡A ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.” (Isaías 8:19-20).
 
 La persona que consultaba a los hechiceros era (y sigue siendo) maldita por Dios. “Y la persona que atendiere a encantadores o adivinos, para prostituirse tras de ellos, yo pondré mi rostro contra tal persona” (Levítico 20:6). En cuanto al adivino, Dios sentenció que se le matara por apedreamiento: “Y el hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se entregue a la adivinación, ha de morir; serán apedreados; su sangre será sobre ellos.” (Levítico 20:27; ver también Éxodo 22:18). Dios quería que su pueblo entendiera cuán grave era cometer estos actos, y por eso condenaba a muerte a sus practicantes.
 
 Las Escrituras enseñan que los espíritus de los muertos se encuentran en un lugar de reposo celestial o en un lugar de tormento. Ni los que murieron creyendo en Cristo, ni los incrédulos pueden, pues, regresar a hablar con nosotros los vivientes (Lucas 17:26-31). ¿Entonces, quién viene? Simplemente un demonio que toma posesión de las cuerdas vocales del que está llevando a cabo ese rito demoniaco.
 
 Es vergonzoso señalar que hay cristianos “infiltrados entre nosotros, unos supuestos conocedores de la Biblia, pero que le echan un vistazo a los horóscopos en los periódicos o en las revistas. Se saben los doce signos del zodiaco con sus planetas ascendentes, y si alguien les pregunta cuál es su signo zodiacal, no vacilan en contestar… ¡Esto no es un juego, sino un grave pecado contra Dios! Si usted es uno de ellos arrepiéntase ahora mismo de tales prácticas.
 
 LA PALABRA DE DIOS, FUENTE DE VIDA Y PAZ
 
 Cuando estábamos en el mundo y en nuestra ignorancia, nos decíamos “cristianos”, pero de vez en cuando íbamos a consultar a los curanderos para recibir salud, y a los hechiceros a fin de que nos leyeran las líneas de la mano o las cartas de tarot para predecirnos el futuro.
 
 Éramos religiosos sinceros con altares de dos o tres pisos en nuestras casas, pero estábamos perdidos porque no conocíamos la Palabra de Dios, ni al Dios de esta Palabra. En aquel tiempo, teníamos, pues, una religión sin conocimientos de las leyes de Dios. Por esto mismo Dios nos dejó la Biblia para que supiésemos quién y cómo es Él; para mostrarnos su inmutabilidad a pesar de los cambios que pudieran acontecer en este mundo. Al conocer la Biblia, el pueblo tiene acceso a la verdad, y así evitar incurrir en semejantes abominaciones (como postrarse ante imágenes religiosas; consultar a hechiceros; vivir vidas licenciosas, etc.).
 
 Satanás ha inventado muchas religiones sin Biblia, que mantienen a la gente ilusionada pensando que es salva. No obstante, ¿cómo serán salvos sin conocer la Palabra de Dios y el único mediador entre Dios y los hombres, nuestro Señor Jesucristo?
 
 Sin embargo, como estas personas no van a la Iglesia, como nadie les pone en sus manos una Biblia, se tornan hacia los hechiceros para deshacerse de lo que llaman una maldición o el mal de ojo. En realidad de forma voluntaria, se entregan ellos mismos en la mano del diablo. Dios ha puesto en nuestras manos un poderoso mensaje, para darlo a conocer al mundo entero. Su última ordenanza fue esta: “Id por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura.” (Marcos 16:15).
 
 La Biblia nos habla de reyes, que al encontrar los libros de la ley, se estremecieron y cayeron postrados; porque habían cometido pecado. Sin embargo, Dios nunca menospreciaría a nadie que se le acerque pidiendo misericordia. Si usted invoca el nombre de Cristo y le acepta como su Salvador, Dios quitará la maldición que posa sobre usted y su casa en estos momentos. Hay un poder que sobrepuja al infierno con todos sus demonios. Aquel que recibe la Palabra de Dios en su corazón, ni un mal tocará su morada y recibirá paz, bendición y felicidad.
 
 Esta promesa es la del Señor: “Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya.” (Salmo 91:3-6). Dios le bendiga.

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